Niké de Samotracia.
Gozo como nadie los museos, tanto como las bibliotecas o los jardines botánicos.
Esa urgencia protectora y democrática que tienen estos espacios me atraen desde niño. Hay siempre un misterio, una o varias historias, iconos, sorpresas y lágrimas.
Me emociona la belleza simple y melancólica de un Gauguin, las piedras sordas del Chelenko; a veces son calles y sus gentes o una escultura a pedazos de historia y dolor.
La “Victoria alada de Samotracia” es enigmática, frágil y misteriosa. La alegoría náutica es también erotismo helénico puro. Curiosamente tanta belleza sorprende desde la lejanía, lo cercano e intocable esconde los propósitos de esta piedra que es musa mojada y heroica.