Capilla de marmol.

Cuando llueve, el Chelenko regala, a ratos una inquietante quietud, solemne, callada e impredecible.  No lo sabes porque nada presagia tanta paz y silencio.

No te la esperas hasta que aparece como un regalo que emerge desde un fondo inconmensurable y sordo. 

Entonces las Catedrales son livianas, flotan y te sonríen. Van y vienen en sus grises miles, en sus andanzas silenciosas y efímeras. 

Jorge Barahona

Diseñador de Estratégico & UX

http://www.jbarahona.me
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